Andrea Sarnari habla con la firmeza de una abogada y con la emoción de haber llegado a la presidencia de una entidad a la que siempre perteneció. En su primera semana al frente de Federación Agraria Argentina (FAA), la productora de la Pampa Húmeda, como se define, afirma que, en las demandas de los productores, no hay distinción de territorios o zonas, sino un federalismo hoy con rostro de mujer. De hecho, desde que el viernes 27 de septiembre asumió como presidenta de FAA, Sarnari se ha convertido en la primera mujer que se sienta en la Mesa de Enlace Agropecuaria. Y, con la voz firme, comparte el mismo reclamo que el campo le viene haciendo al Gobierno nacional en las últimas dos décadas: “bajen la presión fiscal al agro”. En una entrevista concedida a LA GACETA, la titular de Federación Agraria señala que la administración del presidente Javier Milei debe dar señales más claras de que está dispuesta a reducir las retenciones para que los productores puedan expandir la comercialización, sin tanto agobio impositivo.
-Siempre se relaciona al campo con el hombre, pero su designación ha causado un cambio de perspectivas en el sector. ¿Cómo ha sido su primera semana al frente de Federación Agraria y siendo la primera mujer en integrar la Mesa de Enlace?
-Fue una semana llena de desafíos. Una toma conciencia de lo simbólico que es para la sociedad en general y para el sector agropecuario en particular, que, por primera vez, Federación Agraria Argentina tenga una mujer de presidente y también mi rol en la Mesa de Enlace. Creo que eso ha causado un impacto en la sociedad toda, que lo ha percibido como algo positivo. Es una manera de exteriorizar pluralidad, porque, más allá de las posiciones, todos los días hacemos mucho desde lo productivo, desde lo social y desde las organizaciones del sector y, muchas veces, esa tarea no queda visibilizada del todo. En lo personal, para mi es muy natural, porque no es nuevo. Transito el gremialismo agropecuaria desde muy pequeña. A los 13 años me asocié por primera vez al Centro de Juventud Agraria de mi pueblo y, desde entonces, siempre he ocupado varios roles en la Federación. Fui síndica, directora y hasta hace poco fui secretaria gremial. Por eso naturalizo todo y no siento el cambio de mi compromiso. Claro está que el cargo que ocupo adquiere una mayor responsabilidad y así lo tomo. Y me ha generado la posibilidad de poner en práctica cosas que una sueña, imagina o planifica.
-¿Cuántos afiliados tiene Federación Agraria Argentina?
-Partimos de la base de que tenemos aproximadamente unas 300 asociaciones, cooperativistas, centros juveniles, entre otras estructuras. Y no podemos hoy calcularlas con exactitud, ya que nos quedan algunas entidades históricas que no salieron del sistema pese a que no están activas. Por caso, en el último congreso de Federación Agraria han participado 220 asociados. Aún así, el universo de productores es amplio. Estamos hablando de alrededor de 60.000 socios distribuidos en toda la geografía nacional.
-Hay un ejercicio de representatividad muy amplio para abarcar a todos...
-La representación de Federación Agraria Argentina es muy amplia. Hay mucha diversidad de producciones y de productores y tenemos que llegar, interpelar e interpretar las necesidades de cada región del país. Lo importante para nosotros que conducimos la federación es nutrirnos de las inquietudes de los dirigentes de cada territorio. Son los que más conocen y saben de la problemática, porque están en el día a día de la zona. Mi rol es conducir ese proceso gremial. Si bien soy una productora de la Pampa Húmeda, conozco la problemática y la realidad de las economías regionales. Fui al interior desde mi función anterior como secretaria gremial de FAA. Lo hice durante los últimos dos años y pude conocer a cada federado de cada rinconcito de la Argentina. Lo importante, insisto, es estar muy cerca de los dirigentes territoriales; son los que ponen el cuerpo todos los días.
-La presión impositiva no deja de ser un obstáculo para muchos productores que, año tras año, le piden al Gobierno que le saque el pie del cuello. ¿Es posible reducirla?
-Claro que es posible. Sí es posible. Lo importante aquí es tener la voluntad política de hacerlo y entender que, cuando se habla de presión impositiva, se tome más en cuenta al sujeto, al productor en particular, que es el que genera. Debemos y tenemos que hacer una ecuación “ganar-ganar”, en la que el Estado promueve una reducción de las retenciones que nos genere una mayor rentabilidad y, a su vez, esa mayor rentabilidad impacte positivamente en la producción. El productor argentino necesita ese margen de rentabilidad para incrementar lo que puede generar riquezas también para el Estado. El día que se comprenda que esa ecuación de bajar las retenciones, sobre todo en las economías regionales y hoy por una cuestión de necesidad estratégica del momento de siembra en la soja o en el trigo, de manera inmediata, que sufre la sequía, aquella baja o eliminación de retenciones redundará en más producción y eso debe ser reinvertido en el interior productivo con esa ecuación “ganar-ganar”. Para que eso sea posible, hay trabajar con ese objetivo entre todos, sentados en una misma mesa. Entendemos la situación actual del Gobierno nacional, que necesita fondos, pero también estamos diciendo que también necesitamos rentabilidad para seguir siendo productores.
-Mientras ustedes observan cómo sembrar frente a los problemas de financiamiento, clima y de sanidad en algunos cultivos, el Estado intenta mantener su política de déficit cero, sin tocar los ingresos. ¿Creen que es compatible conciliar las posiciones para que, además de eliminar el impuesto PAIS, se avance sobre las retenciones?
-Creo que el Gobierno está en condiciones de avanzar con las dos medidas. Por el fuerte impacto que hoy tienen las retenciones en algunos productos como la soja, la baja o la eliminación es una medida que debe adoptarse de manera inmediata. Se trata de un impuesto que implica un 33% y no se puede seguir aumentando porque ya ha llegado a su límite. Hace 22 años que venimos aportando los productores para diferentes momentos de crisis y de necesidad que ha tenido el Estado. Entendemos que hubo esos momentos de crisis y de necesidad y siempre hemos aportados. Lo que estamos pidiendo ahora es que se haga una suerte de retiro gradual de las retenciones, que apliquen por ejemplo una reducción para las primeras 1.000 toneladas, que no paguen por ese concepto. Empecemos por algo que al productor le signifique un alivio y que, a la vez, se constituya en una señal de que se transitará por ese camino. Además, con una proyección a mediano y a largo plazo porque aquí, si no ponemos plazos, sabemos que nunca se van a tocar las retenciones. Insisto en que el Estado puede avanzar con la reducción de los derechos de exportación de tal manera que al productor le signifique una posibilidad complementaria de mejorar su producción, en cantidad, y esa venta, exportación o comercialización genera las divisas que dejó de percibir el Estado por el impuesto. La genera en cantidad de producción. Aunque no soy economista, sino productora agropecuaria y abogada, creo que hay una ecuación que indica que, a mayor producción, mejor recaudación del Estado por mayores volúmenes de exportaciones. Tal vez con una escala de hasta 1.000 o 1.500 toneladas de cosecha pueda bajar las retenciones y, así, recuperar los fondos con la primera comercialización. Sí se podría.
-Hace algunos días, la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo Argentino difundió un informe que concluía que seis de cada 10 pesos de la renta del agro se queda en el Estado...
-Es tan así esa conclusión que el propio presidente de la Nación lo ha reconocido, hace algunos meses, cuando fue a la Exposición Rural de Palermo. Milei reconoció que en algunas producciones llega hasta el 70% de lo que se lleva el Estado en impuestos. Es realmente asfixiante cuando haces los números. Producís y, de entrada, no contás con ese 60%. Es desalentador. También somos conscientes de que el Estado tiene que funcionar, que hay que pagar impuestos, pero que hay que priorizar qué tributos se cobran. Por eso somos insistentes con las retenciones y hasta parecemos monotemáticos. Lo consideramos un impuesto totalmente distorsivo, que es un tributo que sale de nuestros pueblos, de nuestros pagos, de nuestro trabajo, del esfuerzo diario del productor, que va al Estado nacional que lo maneja con discrecionalidad. Y no vuelve a nuestros pueblos del interior, ni en escuelas, ni en rutas, ni en educación, ni en cupos financieros para tener créditos blandos y mejorar nuestra forma de producir y la infraestructura que necesita el campo. Por eso somos reiterativos con los derechos de exportación. Porque somos lo que los pagamos y no vuelve.
-En el reciente congreso de CREA, la economista del Banco Mundial, Irene Wasilevsky, decía que la agricultura argentina está en el piso de su desarrollo; no en su techo, siendo el tercer exportador neto de alimentos. ¿Es un desafío sostener ese estatus global?
-El productor argentino es muy eficiente para trabajar, aún a baja escala. Y genera producto de mucha calidad en la Argentina. El desafío es que debemos trabajar todos, productores y el Estado en todos sus niveles, para planificar a mediano y largo plazo cómo mirar a nuestro país compitiendo con los vecinos y complementarnos. Brasil tiene, por ejemplo, una planificación de una política de Estado que tiende al desarrollo local. Y creo que nosotros deberíamos seguir esa vía, para que el productor pueda trabajar con más tranquilidad, con más previsibilidad, y pensando que debemos agregarle valor a nuestra producción. Y, si hay algo que está pendiente en la Argentina, es poder vender productos con agregado de valor.